jueves, 18 de diciembre de 2014

Te huelo, estás cerca, te alejan

Y el frío arde, me arde en las entrañas. Me arde el pasar el jodido invierno sabiendo que no vas a estar conmigo, que nunca te voy a encontrar, que siempre estás un paso por delante. Y siento como me quema las carnes, como cae la nieve y se deshiela al rozar el suelo. Como cae el agua torrencial característica del otoño primaveral del litoral, en pleno diciembre, en plena Navidad, en plena hipocresia y pseudocaridad.

A sabiendas que nunca va a cambiar, que nos hemos estancado, que solo somos piezas de su juego, del juego de un niño occidental que juega de manera irracional que rompe sus juguetes, que nos rompe poco a poco y nos destruye.

Y yo te necesito, pero nunca llegas. Siempre te mantienes a distancia, ni siquiera sé como te llamas, ni siquiera sé como te llamarás. Ni que carácter tendrás, ni si serás como yo quiero, ni si eres la solución para llenarme el vacío.

La inmensa soledad del infierno de diciembre, las luces de la ciudad, el ambiente familiar, los adornos navideños, la doble moral cristiana, el consumo, el tirar el dinero, los muertos de hambre, la búsqueda de la paz en un mundo en guerra.

Y cuando pienso que te voy a conseguir, te alejan de mí. Te apartan de mi lado, yo te chillo, te grito a los vientos que te necesito, me salen las lágrimas de los ojos y me corre la sangre por las mejillas. Me tiran al suelo, ignorando mi situación. Les da igual que te quiera, que haya nacido para estar contigo, te quieren para ellos. ¿Por qué te tienen miedo?

¿Y el novio? Siempre lo mimo, ¡Feliz Navidad! ¡Próspero año y felicidad! Se llenan la boca los infelices de palabras que desconocen, de sentimientos imposibles, se llenan la boca de turrones y mazapanes, de polvorones, de marisco y champagne. Tiran la mitad de la comida, no sin antes hacerse mil regalos pues no es más rico quien más tiene, sino quien más compra. Regalos sin detalle, regalos porque sí, regalos inservibles en el fondo del armario, los juguetes amontonados junto al esfuerzo inútil de un niño explotado.

Y no te puedo ver ni rozar, pero te siento. Huyendo de ellos, sé que estás por aquí, te huelo, estás cerca, te alejan. Una vez más, siempre la misma rutina, y me acuerdo que nos vimos hace medio siglo y te echo de menos, quiero que estés otra vez conmigo.